Imagínense la situación. Estoy en la barra de mi cafetería favorita haciendo algo de tiempo, esperando a que pase la lluvia ligada con la hora pico. De repente, una chica se me acerca y empieza a sacarme conversación. Yo, que soy un poco tímido pero tengo ataques de valentía, le sigo el juego pensando que es mi día de suerte. Apenas un minuto tras el "hola" inicial, ya me está preguntando dónde trabajo, qué hago, que si soy un buen chico (?). Yo empiezo a sentirme un poco intimidado ante tal ofensiva, pero me defiendo como esgrimista hábil en estas lides. Primera posición, saludo, segunda posición, tercera posición, en guardia.
Tras el interrogatorio, empieza un torrente de revelaciones que me limito a parar con comentarios de "Vaya", "No me digas", “En serio (¿?)” y cosas del estilo: que la mayor parte de los hombres de mi edad se portan como si tuvieran veinte años (golpe alto, defensa), que acaba de cortar con el novio (estocada, esquiva), que no quiere que le hagan daño (tajo horizontal, salto atrás), que está "harta de carajitos (hombres inmaduros)" (revés ascendente, parada vertical), y que ella busca algo estable (engavilanada, parada en alto).
y luego me dice que no se fía de lo que digo, que a juzgarme por mi camisa y mi sonrisa, seguramente soy como o peor que el resto y que mejor dejarlo ahí, que fue un placer. (Estocada de puño, touché). Fin del combate.
Todo esto pasó en apenas 15 minutos.
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